Veamos en primer lugar un poema de Pablo Neruda, Caballo de los sueños, incluido en Residencia en la tierra (1934):
Innecesario, viéndome en los espejos
con un gusto a semanas, a biógrafos, a papeles,
arranco de mi corazón al capitán del infierno,
establezco cláusulas indefinidamente tristes.
Vago de un punto a otro, absorbo ilusiones,
converso con los sastres en sus nidos:
ellos, a menudo, con voz fatal y fría
cantan y hacen huir los maleficios.
Hay un país extenso en el cielo
con las supersticiosas alfombras del arco iris
y con vegetaciones vesperales:
hacia allí me dirijo, no sin cierta fatiga,
pisando una tierra removida de sepulcros un tanto frescos,
yo sueño entre esas plantas de legumbre confusa.
Paso entre documentos disfrutados, entre orígenes,
vestido como un ser original y abatido:
amo la miel gastada del respeto,
el dulce catecismo entre cuyas hojas
duermen violetas envejecidas, desvanecidas,
y las escobas, conmovedoras de auxilios,
en su apariencia hay, sin duda, pesadumbre y certeza.
Yo destruyo la rosa que silba y la ansiedad raptora:
yo rompo extremos queridos: y aún más,
aguardo el tiempo uniforme, sin medidas:
un sabor que tengo en el alma me deprime.
Qué día ha sobrevenido! Qué espesa luz de leche,
compacta, digital, me favorece!
He oído relinchar su rojo caballo
desnudo, sin herraduras y radiante.
Atravieso con él sobre las iglesias,
galopo los cuarteles desiertos de soldados
y un ejército impuro me persigue.
Sus ojos de eucaliptos roban sombra,
su cuerpo de campana galopa y golpea.
Yo necesito un relámpago de fulgor persistente,
un deudo festival que asuma mis herencias.
Podría comenzar probablemente con una explicación biográfica. Quizá la lectura de este poema me demande reconstruir la década del poeta, ese período que va de 1925 a 1935 y que implica entre otras una larga transformación estética en el poeta que escribió Veinte poemas y un canción desesperada al poeta, más maduro, más intenso. Eran años de vastas empresas poéticas de vanguardia, de revoluciones de la palabra, en donde el poema incorporaba imágenes surrealistas y el verso daba cuenta de una vivencia más acorde con tiempos de devastación física y angustia existencial.
Como afirma Louise Rosenblatt, existen solamente millones de posibles lectores individuales de piezas literarias individuales (Teoría Transaccional de la lectura y la escritura). El poema plantea un duro interrogante y parece escapar a toda posibilidad referencial. ¿Qué me dice? ¿De dónde puedo partir como lector? ¿A qué alude ese caballo de los sueños del que habla Neruda? Tal vez el poema entregue algunas pistas y en algún lugar de la biblioteca puede haber una clave que oriente mi lectura. Mientras esas claves aparecen, debo declarar que existen, tantos caballos de sueños como lectores. El poema de Neruda actúa de esa manera.
Vuelvo a Rosenblatt: “Lejos de poseer ya un significado que puede ser impuesto a todos los lectores, el texto es simplemente marcas sobre papel, un objeto en el ambiente, hasta que algún lector efectúa una transacción con éste.” Queda claro que el “significado” no existe “de antemano” “en” el texto o “en” el lector, sino que se despierta o adquiere entidad durante la transacción entre el lector y el texto.
Rosenblatt propone dos tipos de lectura: una lectura eferente en la cual el lector se centra predominantemente en lo que se extrae y retiene luego del acto de la lectura. El lector eferente toma elementos del poema para realizar algunas acciones, por ejemplo, una lectura eferente de Caballo de los sueños, probablemente conlleve la posibilidad de establecer una relación entre cada una de las líneas del poema y la vida del poeta, su condición de escritor reconocido, habitante del mundo, obligado a seguir las rutinas que obliga una vida de artista y de intelectual que se hace cada vez más consciente de los alcances de sus palabras, más allá de una simple y llana posibilidad sentimental con la obra.
Por otro lado, existe, afirma Rosenblatt, una postura predominantemente estética, en donde el lector centra su atención en las vivencias en su propia experiencia lectora, durante el acto de lctura da cuenta de la otra mitad del continuo. En este tipo de lectura, el lector se dispone con presteza a centrar la atención en las vivencias que afloran durante el acto de lectura.
Rosenblatt no habla de una polarización sino de un continuo, entre eferente y estético, un fluir de experiencias en donde nuestro papel como lectores va de los cognitivo a lo emocional, del saber anecdótico a la vivencia sensual de la obra, de una postura científica a una postura netamente artística, sin que estos polos señalen oposiciones. Son dos posturas, dos posibilidades, un fluir que va uno a otro énfasis de manera continua.
¿Qué pedir a un alumno en una clase de literatura? ¿Qué se salga del texto? ¿Qué elabore esquemas? ¿Qué reconstruya el sentido ausente? ¿Qué encuentre la forma de arrancar a su propio capitán del infierno? ¿Qué viva su propia leche, compacta, digital? ¿Qué cabalgue su propio caballo de los sueños?
Bibliografía.
Louise Rosenblatt. El modelo transaccional. La teoría transaccional de la lectura y la escritura. Universidad de Nueva York
Pablo Neruda. Residencia en la tierra (1934).



Cada una de las anteriores piezas están constituidas por diferentes pautas que nos indican la postura con la cual podemos abordarlas, llamemos pautas a diferentes recursos de los cuales se vale el escritor para realizar esa triada entre lo personal, social y cultural; por supuesto, estas pautas nacen, surgen o se reactivan desde lo que Rosenblatt denomina reservorio lingüístico (que se adquiere por medio de la lectura) y también valiéndose de su segundo flujo de reacciones (presunciones y conocimientos previos) con el fin de hacer de su obra un confluir de elementos tanto estéticos como eferentes con los cuales comunique un conocimiento (postura eferente) a su vez que brinda una total abstracción de la realidad ( de la realidad de cada quien) por medio de los sentidos (postura estética). Así que cada fragmento, cada obra tiene en si un grito silencioso el cual cada lector debe tratar de escuchar, cada quien le encontrará esa sinfonía que con el pasar del tiempo o de las lecturas no seguirá teniendo los mismos acordes o intenciones.
ResponderEliminarEn la clase de literatura no basta pedir al estudiante que arranque de su corazón al capitán del infierno, aquellos dogmas de la tradición, aquellas verdades únicas, aquellos prejuicios morales y que vague de un punto a otro, absorbiendo ilusiones, tomando en ocasiones una postura eferente y en otras una postura estética, seleccionando elementos públicos o privados que le permitan hallar la relación de cada uno de estos con el todo, también es necesario que converse con los sastres en sus nidos, entrando en transacción con la naturaleza humana, a través de las obras de los poetas que con sus versos cargados de sonido, ritmo y simbolismos muestran las ilusiones, emociones y sentimientos que les despiertan diferentes ambientes: la naturaleza, la sociedad, la cultura.
ResponderEliminarDe esta manera el estudiante encontrará el camino para llegar al país extenso en el cielo con las supersticiosas alfombras del arco iris, una multiplicidad de opciones que tiene el lector a partir de su reservorio de experiencias lingüísticas, y así acceder y elegir múltiples interpretaciones del texto, el cual requiere la consolidación de una competencia literaria, que le permita la transacción entre sus experiencias sensoriales y su saber lingüístico privado y público, para así hallar el significado de la obra literaria.
Además se requiere, que el estudiante comprenda la necesidad de pasar entre documentos disfrutados, entre orígenes, para ampliar su reservorio de experiencias lingüísticas, así tendrá más posibilidades de acercamiento a la obra, de aguardar el tiempo uniforme, sin medidas y alcanzar esa posibilidad de libertad que solo la literatura brinda al lector, un espacio en el que no está sometido a verdades únicas del tiempo pasado o ideales futuristas, y que le permitirá pasar sobre las iglesias y los cuarteles desiertos de soldados. Una postura que se encuentra en un punto del continuo eferente estético, que le permite no estar sujeto a dogmas o interpretaciones dadas, sino construir las propias.
Se debe tener siempre presente, aquel clamor silencioso del lector “Yo necesito un relámpago de fulgor persistente” El yo, hace referencia al protagonismo de la subjetividad, la experiencia estética personal que estructura la transacción con el texto, y esa postura predominante entre el eferente y la estética, como un relámpago de fulgor persistente.
La clase de literatura debe proveer un deudo festival que asuma las herencias del estudiante, una experiencia de lectura de texto que no solo contribuya a ampliar y consolidar su reservorio lingüístico configurado por el componente público, determinado por la cultura y el componente privado, sino que evoque sus experiencias afectivas y sensoriales, esos hechos psicológicos vividos que también están relacionados con las palabras y sus referentes.
Saramago nos regala una frase pertinente con la que deseo ilustrar el siguiente párrafo: “Las palabras son sólo piedras puestas atravesando la corriente de un río. Si están allí es para que podamos llegar al otro margen, el otro margen es lo que importa” frase que relaciono inmediatamente con la obra de Rossenblat y su teoría transaccional. A lo que quizás Saramago se refiere es a ese sentido ausente que el texto nos proporciona. Un sentido que va más allá de las palabras en sí mismas. Incluso mucho más allá del sentido que el escritor quisiera plasmar en su obra. Un sentido que debe ser construido. Un sentido que sólo encontraremos al otro margen. Las palabras, los signos que aparecen en la página nos pueden ayudar en esta búsqueda, más sin embargo, los sentidos han de ser construidos a partir de esos reservorios de experiencias lingüísticas de los que nos habla Rossenblatt. Cuando, le pedimos a un estudiante que nos hable de una obra literaria, debemos por lo tanto, permitirle su encuentro con la palabra escrita, es decir, que realice su propia transacción, es un derecho del lector el de interpretar, primero que todo, de acuerdo a su contexto particular. Siempre he considerado necesario que la lectura sea un acto de placer, y para esto el docente debe permitirle al estudiante elegir el abordaje dinámico de ciertos aspectos de los contenidos de su conciencia de manera autónoma. Pues, si bien lo dice Rossenblatt: “Todo acto de lectura es un acontecimiento, o una transacción que implica a un lector en particular y un patrón de signos en particular, un texto, que ocurre en un momento particular y dentro de un contexto particular”.
ResponderEliminarConsidero que en clase de Literatura no podemos suejtar a un estudainte como con un saco d fuerzas, o limitarlos a que solo se despliegue uno de los aspectos que maneja l literatura, considero que como docentes debemos apuntar a generar nuevos espacios que generen y potencien el ingreso de la literatura y que esta pueda establecer dialogo cono las transacciones que ya tienen los chicos.
ResponderEliminarEn primer lugar, es preciso mencionar que no debemos obligar y coartar la libertad de un estudiante en su contacto con el texto ya que se podría generar cierto rechazo a la literatura, por el contrario, considero que se podrían desglosar pasos o guías a realizar para que la transacción de la obra genere espacios recíprocos y creativos, como diría Bloom se llegue a un placer del texto que permita ir más allá de, que se pueda establecer una postura dentro y fuera del texto, que navegue en el y pueda descubrir la obra por sus propios medios, en este caso nuestro papel como docente sería acercarlo, guiarlo más no obligarlo e imponerle y que de cierta manera el estudiante no se vea sujetado y pueda cabalgar su propio cabalo de los sueños.
De cierta forma llega a mi memoria una cita de Jorge Luis Borges “El verbo leer, como el verbo amar y el verbo soñar, no soporta ‘el modo imperativo’. Yo siempre les aconsejé a mis estudiantes que si un libro los aburre lo dejen; que no lo lean porque es famoso, que no lean un libro porque es moderno, que no lean un libro porque es antiguo. La lectura debe ser una de las formas de la felicidad y no se puede obligar a nadie a ser feliz.” Pienso que la lectura es un acto de placer, autónomo, solitario pero cuando entra en escena la discusión en una institución formal acerca de la enseñanza “académica” de la literatura se debe tener en cuenta que los extremos son peligrosos, como nos recuerda Fernando Vásquez en su libro Alicia en el país de las didácticas cuando se habla del dilema de la creatividad y la evaluación. Por un lado, se debe tener cuidado en no caer en una clase de simple “relax” y por otro lado, se debe saber cómo evaluar, se debe saber encontrar un balance para que la clase no caiga en un mero espacio de diversión sino de reflexión profunda. En este sentido, me llega el interrogante con respecto a la propuesta de Rosenblatt:
ResponderEliminarSi cada persona-lector construye su propio significado, se puede decir entonces que ¿no hay una lectura universal, objetiva o correcta?
Recuerdo en este punto el ejemplo de las lecturas que hicieron Hitler y Thomas Mann acerca de la obra de Schopenhauer, descritas por George Steiner en ¿Qué es una buena lectura? Donde se aproxima a una respuesta del anterior interrogante, entonces surge una nueva cuestión: ¿es el lector el artífice-hacedor de significado incluso de uno que el autor no tuvo en cuenta o no tenía intención de expresar? como el ejemplo del gallo del Coronel no tiene quien le escriba de García Márquez?
Personalmente pienso que se deben tener en cuenta las dos posibilidades, tanto el significado que el lector construye usando sus experiencias pasadas, en el que debe tratar de escuchar el grito silencioso que la obra tiene, como lo menciona Luisa, como también el significado universal, objetivo que exige un poco más de investigación y labor intelectual donde como menciona el profesor Alexis en el anterior poema de Neruda, se exige ir a la biblioteca a indagar sobre la vida del autor, el contexto en el que se produjo la obra “…surrealistas y el verso daba cuenta de una vivencia más acorde con tiempos de devastación física y angustia existencial.” Lorena.
En por qué leer a los clásicos Calvino sostiene que hay tantos libros como lecturas de él. Esto es, que cada lectura de Un cuadro y un cuento para Rita, ha sido diferente según el lector. Pero el lector no es sólo una persona es un conjunto de vivencias, marcos, tendencias y sobretodo de lecturas. En concordancia con Kavafis, “los lestrigones y los ciclopes y el feroz Poseidón no podrán encontrarte si tú nos los llevas ya dentro de tu alma, si tu alma no los conjura ante ti” ya se podrá uno imaginar a los que escucha a Homero proyectando a los ciclopes porque ya se los habían presentado sus padres. Quiere decir esto, que cada lector lleva sus propios intereses.
ResponderEliminarDesafortunadamente, el diario vivir de nuestros estudiantes no se refiere a un barca exploratoria sino a un mundo capitalista, a la violencia que deben enfrentar día a día. Eso crea su reservorio: muerte, violencia, robo, apariencia, drogas, entre otras. ¿Eso quieren leer nuestros estudiantes? En las aulas no podemos esperar como idealmente espera Calvino a que le llegue su clásico. Nos ha tocado proponer unas lecturas que desde nuestra experiencia pueden servir a que, primero el estudiante se cautive; segundo el estudiante comience a tener aventuras literarias; tercero relacione las obras con el mundo y el mundo del autor y quinto, construya su propio camino de lecturas. Eso anhelamos algunos. En el mundo real de la escuela colombiana la mayoría de los estudiantes llegan al segundo escalón y sólo unos pocos se le miden a los otros estratos.
La misión de los maestros no es, entonces que cabalguen el caballito de sus sueños, ni que encuentren el país extenso en el cielo con el camino de arcoíris; es aproximarlos al caballo, hacer que lo toquen sin miedo así relinche, que lo mire a los ojos y entienda la vía que desea recorrer. Luego de eso y solo luego podrán llegar cabalgando al país extenso, pero no por el arcoíris sino por un camino enlodado, empedrado y lleno de baches e incongruencias.
Como lectores cuando no enfrentamos a un texto literario estamos siempre con la expectativa de interpretar las palabras, los símbolos o el significado, esa búsqueda continua de entender podemos relacionarlo con la teoría de Rosenblatt sobre transacción. El lector es quien evoca desde su experiencia estética, en este caso el Caballo de los sueños, los versos las metáforas y las imágenes.
ResponderEliminarMi apuesta, es que en la escuela se debe privilegiar experiencias estéticas donde la literatura de cuentos y poemas intenten enseñar una mirada diferente al mundo real, y por un instante puedan viajar por los caballos.
El aprendizaje de la lectura literaria puede compararse con el aprendizaje de la música, en el primer caso las palabras son capturadas por los ojos y cargadas de significados y mientras más y mejor se lea, más rápido se puede entender lo que oculta cada palabra, en el otro caso la música hay que tocarla, reproducir notas y escuchar melodías, interpretarlas pero sobre todo sentir las vibraciones del sonido, es así que la lectura es el sonido de las palabras y para comprender sus diferentes melodías hay que tocarlas, sentirlas y la mejor forma de hacerlo en estimular desde la escuela la lectura de versos y ficciones, para que cada estudiante pueda escuchar y con el tiempo sea capaz de entender una sinfonía.