domingo, 22 de noviembre de 2015

Poe: una narrativa al límite

Arthur Gordon Pym lleva en su nombre la clave de su autor, Edgar Allan Poe. Ya en su Filosofía de la Composición, Poe manifestaba su preferencia por el relato breve y por el poema, a los que consideraba básicamente género líricos. En la práctica, Poe se dejo seducir al menos dos veces por los relatos de aventuras extensos y los viajes plenos de peripecias. Sin embargo, incluso en estos casos mantuvo para cada capítulo, para cada escena, para cada una de las peripecias un ritmo que lleva al límite a sus personajes para soportar el horror.






Arthur, ya desde las primeras aventuras precoces en compañía de Augustus, se encuentra al límite de la desesperación; camina siempre al borde la muerte o a punto de caer al abismo. A veces el abismo toma la forma de una pesadilla interminable, surgido del más allá. En otros casos, la pesadilla proviene de la perversión, de la degradación y la violencia que ejercen los humanos.








Aparecida en 1838, esta novela antecede y supera buena parte de las novelas de viajes marinos que serían escritos a lo largo del siglo XIX; pero mientras muchos vieron en las novelas de viajes una oportunidad para crear un héroe que superaba todas las adversidades y representaba los hitos de una civilización, Poe, con una mirada mucho más crítica y compleja de la realidad, creó un personaje que se pierde, que se deshumaniza o es arrasado por la locura.



En la época de Poe, el comercio había extendido las fronteras de caza a los mares del sur, pero de estos mundos lejanos y de sus pueblos solo llegaban noticias dispersas y alucinantes; solo los más atrevidos se enfrentaban a esos viajes temerarios, donde lo único seguro era la locura; solo los más ambiciosos o pervertidos se aventuraban por esos mundos inhóspitos, que se abrían hacia otros tiempos y otras civilizaciones, o hacia universos de locura.