martes, 19 de mayo de 2015

Las lunas de Júpiter: el arte narrativo de Alice Munro

Imaginemos por un segundo a este hombre que va a ser operado del corazón pero que antes de pasar al quirófano le pregunta a su hija si recuerda los nombres de las lunas de Júpiter. Tal vez las amantes de Júpiter, Io, Europa, Ganímedes y Calisto, no estén, en la magnitud del cosmos tan solitarias, tan lejos del amor de su padre, tan distantes de su amante o de sus seres queridos, como la mujer que acompañando a su padre en estos momentos cruciales, hace un balance total de su propia existencia. 





Se trata no solo de ese padre que le revela que el pasado, la infancia de su hija, se le aparece ahora de una manera “borrosa”. Y si al final todo es así, borroso, ¿qué valor tiene entonces la existencia?

Bajo la cercanía de la muerte del padre, esta mujer reflexiona sobre la extraña relación que ha tenido con sus hijas, la distancia que se ha hecho insuperable; sobre el pasado al lado de su marido; sobre su hermana: sobre la manera como cada ser querido ahora ocupa un lugar cada vez más distante en el horizonte.




Cada relato es como una casa, dice Alice Munro, a la que llegan muchos caminos, pero cada camino apunta hacia horizontes y entorno muy diferentes, que me conducen a otros lugares. El narrador  entra en las historias, se sitúa en un punto o en un momento emotivo y se mueve hacia adelante o hacia atrás: hacia el presente, el pasado o incluso el futuro.

Señala Munro que todo gira alrededor de un cierto sentimiento (“feeling”) que da unidad a todo el argumento. “Establezco el tipo de "feeling" que mantengo a lo largo de esa estructura, de esa línea argumental”. A partir de este único punto seguro, se da una reconstrucción que se llena de  detalles, algunos datos fácticos que incluso es necesario confirmar o investigar: llenar de memorias y observaciones, detalles inventados, frases que vuelven a la memoria, recuerdos de la infancia. Todo esto va dando forma y se ajusta a una idea central.

Munro toma muchos elementos de la realidad, pero no para calcar la realidad, sino porque estos detalles se cumplen una función para mostrar una realidad que está allí: pero la historia tiene "su propia realidad". En fin de cuentas la historia final es apenas otra forma de acercarse al fondo de una historia, un intento por captar the feeling. 

La realidad exterior es apenas un punto de partida, un material que apoya la ficción, pero no es una recreación literal. Si se toma un elemento real, muchos siente una especie de insulto; si se cambia se acusa de tergiversación o falsedad.

Como lo señala Munro cada personaje es fruto de un ejercicio de creación, una composición, un fruto de la ficción. Incluso los personajes en primera persona, en donde aparece una escritora en su edad madura, es una creación. 
En el fondo el problema es siempre la realidad, el cambio permanente y la pregunta sobre quiénes somos. Algo realmente difícil. Por eso cada relato de Munro es un rodeo, un atisbo, un paso breve en procura de una respuesta en este sentido. 




El problema no es la magnitud del cosmos sino el sinsentido que parece envolver la existencia. De repente en esta historia tres generaciones pasan como un soplo y al final, como al observar el universo distante, todo resulta “borroso”

No se narra lo evidente, lo obvio: la muerte del padre, el distanciamiento de los hijos. Solo tenemos a la mano como símbolo el silencio de los espacios siderales. La imagen de que todo se da a la fuga.