miércoles, 15 de febrero de 2012

Máscarón de proa con la efigie de Edgar Allan Poe


La narrativa de Arthur Gordom Pym, escrita por Poe hacia 1838, puede parecer un tanto extraña al lector acostumbrado a ver en Poe al poeta y al cuentista, no a un novelista. Sin embargo, una lectura de la narrativa nos revela que al igual que muchos de los episodios de esta novela se estructuran con la misma arquitectura oscilante de muchos de su relatos, un movimiento que se desplaza constantemente de la racionalidad y lucidez hacia el frenesí y la desesperación.



La narrativa, inspirada en las Rimas del Viejo Marinero (1799) de Samuel Coleridge, recoge los tópicos centrales de las aventuras fantásticas de un marinero errante y desastrado. Es inevitable ver en el nombre del personaje un juego sonoro que recuerda el nombre del propio Edgar Allan Poe, y ver en la historia de Gordom Pym el mismo espíritu soñador y ansioso. Como Arthur y Augustus, Poe anheló recorrer esos mares ignotos y poblados de leyendas, un mar que las leyendas del siglo XIX habían poblado con el fantasma de corsarios pervertidos y mares de leche, en donde paseaban errantes los barcos fantasmas.



Nutrida con distintas fuentes, con las leyendas de los piratas y de la no extraña amenaza de verse en medio del océano enfrentado a una revuelta marinera; rica en los detalles del lenguaje marinero, algo que no puede extrañarnos hoy cuando los lectores están familiarizados con el lenguaje de las naves espaciales -sonda, nave, estación interestelar, gravedad cero-, pero no tanto con las palabras sextante, timonel, bauprés, mástil, castillo de popa, babor y estribor, la historia de Gordom Pym mantiene la estructura de los relatos por entregas: de hecho cada episodio, cada capítulo se despliega como una aventura, al punto que la novela es una sucesión de acontecimiento organizados en un clímax ascendente.



Así como la literatura de ciencia ficción en nuestro siglo ha creado espacios límites, planetas desolados y tierras con rostros apocalípticos, la narrativa del XIX jugaba a escapar de las fronteras del mundo civilizado y de las ataduras burocráticas y comerciales, a través de los paraísos surrealistas de estos mares de locura y desesperanza.




Poe ha legado a nuestra forma de ver la literatura mucho más de lo que a simple vista parece: leemos hoy (o vamos a cine) siguiendo su legado: la idea de que detrás de cada página aguarda un misterio, de que cada elemento del texto encierra un secreto; la idea de que detrás de los mundos organizados yace el caos y la locura; la idea de que leer entraña buscar en el texto las pistas para resolver un enigma o armar un rompecabezas; la idea de que la inteligencia y la civilización, como la suerte de Fortunato, están siempre bajo la mirada amenazante de Montressor.